La incertidumbre es una margarita
cuyos pétalos no se terminan jamás
de deshojar
Mario Vargas Llosa
Sentir miedo o ansiedad cuando
afrontamos lo desconocido es algo que ocurre a todos los seres humanos en un
momento u otro de la vida, también los animales lo sienten. Todos participamos
de esas sensaciones de inquietud ante aquello que signifique cambio, duda,
incertidumbre; ante aquello que suponemos amenaza nuestra seguridad y
bienestar. Esta respuesta es la que nos ha servido como especie para sobrevivir
y llegar hasta aquí.
Hay personas que no toleran la incertidumbre y sus mentes están preocupadas todo el tiempo, imaginando, incluso inventando, los peores escenarios posibles, lo que les conduce a un estado de ansiedad y malestar constante.
La incertidumbre existe, forma
parte de la vida y es conveniente que aprendamos a aceptarla. Si reflexionamos un
poco, nos damos cuenta de que hay muy pocas cosas sobre las que podamos tener
total seguridad, la mayor parte de la vida transcurre adaptándonos a lo que
acontece que, en innumerables ocasiones, no tiene nada que ver con lo que habíamos pensado que iba a
suceder.
Para ir aumentando la tolerancia a
la incertidumbre puedes practicar del siguiente modo:
Observa y reconoce la incertidumbre cuando aparezca
en tu mente.
Para. No hagas nada. Proponte no reaccionar, ten la intención de no
actuar como siempre. Únicamente has de pararte y respirar. Durante unos minutos
lleva tu atención a la respiración.
Date cuenta de que es tu mente la que está
hablando, no es la realidad. La mente habla sin parar, tenemos miles de
pensamientos al día, esos pensamientos nos hablan según nuestros propios
patrones, nuestros sesgos; en definitiva, según cómo nosotros entendemos el
mundo, que no tiene nada que ver con la realidad. Intenta dar un pasito atrás y
observar lo que ocurre en tu mente como si fueras un espectador viendo lo que
ocurre en la pantalla del cine.
Deja partir los pensamientos o los
sentimientos que te dicen que necesitas seguridad; al cabo de un tiempo se
habrán ido. Puedes imaginar que tus pensamientos son como nubes en el cielo que
se van alejando poco a poco.
Abre tus sentidos al
momento presente. Observa tu respiración, observa las sensaciones de la
respiración en el cuerpo. Toma conciencia del apoyo de tus pies en el suelo, nota cómo el planeta te
sostiene. Abre bien los ojos y observa lo que ves, lo que oyes, lo que hueles. Toma contacto con
el momento presente con todos tus sentidos. Y poco a poco empieza a moverte, con suavidad hasta que lentamente te
enfocas en lo que decidas hacer.
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