Todos los seres humanos experimentamos
momentos en los que "la vida nos sonríe", en los que sentimos que las
cosas van bien, estamos contentos, animados, y una emoción de alegría brota
dentro de nosotros.
También vivimos momentos en los que parece que
nada sale bien, nos sentimos enfadados e irritables, en otros podemos sentirnos
ansiosos, culpables, con remordimientos. En esos tiempos de dificultad,
nuestras sensaciones, pensamientos y emociones quedan teñidas por el displacer;
nos resultan desagradables y nuestra primera reacción es no querer sentir lo
que sentimos. Pretendemos evitar el dolor, escapar de él, deseamos que pronto
se acaben esas sensaciones tan molestas y comenzamos, sin apenas ser conscientes de
ello, una batalla mental: "¿Y por qué a mí?" "¿Otra vez esto?"
"¿Y cuándo se va a acabar?" "No aguanto más". Nos peleamos
porque las cosas no son cómo nos gustarían que fueran, llegando, en ocasiones,
a buscar confort en la comida, el juego, el alcohol. Y cuanto más hacemos por
evitar o escapar, más vamos agravando
nuestra situación.
Las cosas son como son, esta es una máxima que
ya he comentado en este blog en alguna otra ocasión; y cuanto más tiempo
tardemos en aceptar lo que ocurre más tiempo tardaremos en encontrar la calma
y, muy probablemente, más dolor
estaremos añadiendo a la situación.
Podemos utilizar Mindfulness en estas
situaciones difíciles y aumentar nuestra fortaleza interna. Y ¿cómo se hace?
Mirando hacia lo que nos está ocurriendo con amabilidad, con ternura, en vez de
intentar mirar hacia otro lado:
Para.
Cuando percibas que te sientes mal, párate,
deja lo que estés haciendo, no sigas hablando y céntrate en ti. Toma unas
cuantas respiraciones profundas, permite que tu cuerpo se vaya destensando poco
a poco y respira naturalmente por espacio de un minuto o dos.
Identifica la emoción que hay en ti.
Lleva tu mirada amable hacia lo que estás
sintiendo, sin juicios ni críticas. Permítete descubrir la emoción que te
embarga. Puedes empezar por decirte que estás sintiendo una emoción
desagradable, sigue respirando a tu propio ritmo, sin forzar. Y mira con una
mente abierta hacia tu emoción hasta que la identifiques. Llámala por su
nombre, " tristeza", "cólera", etc.
Acepta.
Acepta lo que encuentres. No necesitas negar,
rechazar, sobreponerte a lo que sientes. No se trata de hacerte el fuerte ante
ti mismo, ni culpabilizarte por aquello que sientes que supones no deberías
sentir. Es estar con tu emoción , sea la que sea, tal y como estarías con tu
mejor amigo si te estuviera confiando que se siente como te estás sintiendo tú
en ese momento. Cuando aceptas lo que encuentras, una sensación de calma
interna se hace presente. Empiezas a tomar conciencia de que tu emoción no eres
tú, tienes miedo, furia, tristeza, pero no eres el miedo, ni la furia ni la
tristeza. El miedo está en ti en ese momento, es la emoción que sientes pero no
eres tú. Cuando tomas conciencia de tu emoción de esta forma, empiezas a
separarte un poco de la emoción, se establece un pequeño espacio entre la
emoción y tú. Ese espacio es fuente de calma.
Investiga.
Desde la calma que surge cuando aceptas la
emoción presente en ti, puedes intentar investigar un poco qué hay por debajo
de esa emoción. A veces debajo de la ira hay miedo, debajo de la ansiedad hay
inseguridad...Investiga sin exigirte nada. Quizás encuentres algunas causas de
tu sufrimiento, quizás encuentres algún elemento que puedas modificar. Respira,
atiende tu emoción e investigación con enorme cariño, con enorme amabilidad,
con dulzura.
Y ya puedes continuar con tu actividad. Este
proceso puede tomarte 10-15 minutos o incluso menos. Es importante que recuerdes
que muchos de nuestros sentimientos tienen su causa en percepciones erróneas,
en la interpretación que hacemos de lo que ocurre y no en lo que realmente está ocurriendo.
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