martes, 26 de noviembre de 2013

Metamorfoseándonos

Uno de los aspectos importantes para vivir en armonía es la aceptación. Aceptar que las cosas son como son; aceptemos que lo que está ocurriendo en este instante tiene su cualidad, a veces pensamos que es bueno y otras que es malo, pero en la realidad simplemente es.

Aceptemos además que lo que es, es ahora; al minuto siguiente puede ser de otra manera. Aceptemos, pues, la impermanencia de las cosas, de los seres vivos, de las emociones, de los sentimientos, de los pensamientos.

A menudo nos resistimos a lo que nos toca vivir. La resistencia interna se experimenta como negatividad. Esta puede alcanzar distintos niveles, desde un simple estado de ánimo triste hasta una depresión severa, desde una leve irritación hasta un estado de cólera.  Cuando nos identificamos con estas emociones negativas no podemos ver lo positivo que nos rodea, perdemos una parte de la realidad.

Quizá ha llegado el momento de decidir que no quieres seguir experimentando ese tipo de energías; es el momento de liberarte de ese cristal oscuro que tiñe de gris tus experiencias cotidianas.  Puedes intentarlo de esta forma: cuando surja en ti, a causa de un incidente externo o de algo interno, esa sensación difícil, ablándate, derrítete; deja de ser árbol para metamorfosearte en junco.

Cuando algo nos irrita habitualmente nos ponemos tensos, queremos que aquello que nos provoca el malestar acabe cuanto antes, centramos nuestra atención en lo que está ocurriendo y amplificamos su repercusión en nosotros, quizá a ti te pase: cuando estás en el cine el ruido del vecino que come palomitas no te deja disfrutar de la película; con cada palomita aumenta tu crispación, te pones rígido, ya no tienes oído para lo que ocurre en la pantalla y cada nuevo bocado es un martillazo en tu cabeza. El ruido  que origina el comedor de palomitas es mucho más suave que el ruido que tu cabeza ha creado. Así que es el momento de practicar, imagina que te conviertes en algo muy blando, ya no ofreces resistencia, el ruido te atraviesa y tú puedes conservar tu armonía.

Después de practicar varias veces con acontecimientos de poca entidad, puedes ampliar tu práctica y abordar circunstancias más difíciles.

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