sábado, 12 de octubre de 2013

También hay días nublados

Los  días soleados, generalmente, nos parecen maravillosos, nos infunden  vitalidad y alegría. ¡Queremos que haga sol siempre!, pero también existen los días nublados y grises, los ventosos, los helados y a pesar de que pueden no gustarnos, ahí están.  Todos ellos son reales, de nada vale que protestemos, no van a desaparecer. Podemos vivir un día maravilloso si en vez de pelearnos con la climatología utilizamos el día para hacer lo que queremos hacer, para experimentar lo que la vida nos ofrece en ese preciso momento. Aceptando que el día viene como viene y no como queremos que venga, podemos disfrutar de la experiencia de vivir.

Y esta forma de experimentar nuestro día a día se extiende a todos los aspectos de nuestra existencia. Desde que nacemos vamos en busca del placer o de la felicidad y huimos del dolor. Queremos que dure para siempre aquello que nos hace sentirnos bien y que desaparezca aquello que nos disgusta. 

La vida se compone de infinitos momentos, y, como los días, algunos muy alegres, otros más anodinos y hay otros en los que experimentamos tristeza, dolor, angustia, etc.

 Para vivir con bienestar, para vivir serenamente, la clave radica en aceptar. Aceptemos que el placer llega y aceptemos que habrá un momento en el que desaparecerá,  de forma natural, como las olas del mar que llegan a la orilla para después retroceder. Podemos también aprender a aceptar el dolor, con todos sus matices ya que por mucho que nos esforcemos en huir del dolor, este aparecerá en nuestra vida. Abrazando nuestro dolor, dándole la bienvenida, aceptando que está ahí, podemos lograr la calma suficiente para vivir con serenidad lo que nos toca vivir.  Aprendamos a no ofrecer resistencia al dolor, aceptémoslo como aceptamos los días nublados, sabiendo que aunque no nos permitan ver el cielo, el cielo siempre está ahí.


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