domingo, 16 de marzo de 2014

SOLTANDO LASTRE



Tenemos una mente caviladora. Pasamos mucho tiempo recordando acontecimientos pasados, volviendo a sentir ese dolor  que ya experimentamos en su día. También pasamos mucho tiempo imaginando el futuro, según nuestras experiencias previas,  temiendo un desenlace poco grato. Entre recordar el pasado e imaginar el futuro, vivimos en zozobra y perdemos el único momento que podemos vivir: el ahora.

Practicando Mindfulness nos vamos liberando paulatinamente de la prisión que significan el pasado y el futuro. Basta con enfocarnos en la experiencia del momento presente, con total intención. Aprendiendo a vivir el presente y a permitir que el presente sea como es, sin intentar atrapar hasta la eternidad los momentos gratos y sin rechazar hasta sentir temor los momentos ingratos, podemos vivir en calma y armonía.

Nuestras vidas están llenas de acontecimientos, situaciones que pueden provocarnos dolor pero realmente lo que más nos daña es la forma en la que nuestra mente las piensa una y otra vez.

He aquí un cuento zen que lo describe:


Dos monjes zen iban caminando por un bello paraje camino del monasterio cuando oyeron unos sollozos que provenían de una hermosa joven que estaba arrodillada a la orilla del río.

Uno de los monjes le preguntó que le sucedía. La joven lloraba porque necesitaba cruzar el río para asistir a su madre enferma, pero el río estaba tan crecido que no se atrevía.

El monje más anciano no lo dudó, la levantó sobre sus hombros, vadeó el río y la pasó a la otra orilla. La mujer se inclinó  en señal de agradecimiento. El monje le trasmitió sus deseos de que llegara a tiempo de atender a su madre. La mujer corrió camino a la aldea y los monjes retomaron el suyo, aún quedaban muchas horas para llegar al monasterio.

Los monjes siguieron caminando en silencio, y cuando ya el monasterio se divisaba en la lejanía, el monje joven dijo:

-          Maestro, aún a pesar de nuestro voto de castidad cogió  a esa mujer y la llevó encima mientras atravesaba el río.

A lo que el viejo monje respondió sonriendo:

-          Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando...


Aceptando lo que nos ocurre sin aferrarnos a ello, aceptando que hay cosas que nos agradan y otras no, aceptando que nada es eterno y por tanto todo acaba en un momento dado para dar lugar al inicio de un nuevo proceso, aceptando el continuo fluir de los acontecimientos, de los pensamientos, emociones y sensaciones vamos soltando lastre y alcanzando una cotas más elevadas de paz.

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